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¿Y SI DECONSTRUIMOS EL GÉNERO?

18 novembre 2021

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Articulo de opinión de la regidora de Igualdad y Diversidad Sara Gómez.

 

¿Y SI DECONSTRUIMOS EL GÉNERO?

 

Demasiadas veces confundimos sexo con género. Es importante tener claras las diferencias para saber de qué estamos hablando. El sexo biológico es algo que no podemos cambiar y es determinante en nuestra salud. Cuando hablamos de género, nos referimos a la idea social de lo que es ser un hombre y  lo que es ser una mujer dentro de la sociedad. En palabras de la doctora Victoria Sau, “el género es la construcción psicosocial del sexo”.

¿Dónde está el problema entonces? El problema es el valor social que se le atribuye a cada uno de esos constructos que forman los géneros masculino y femenino y que generan una desigualdad. ¿Y cuáles son esos constructos sociales? Desde nuestra infancia vamos aprendiendo a cómo se deben de comportar los hombres y las mujeres. Vamos aprendiendo cuál es nuestro lugar en el mundo. Los cuentos infantiles nos dicen que las mujeres somos princesas bellas y delicadas que necesitan ser rescatadas por un apuesto príncipe que nos elegirá para casarnos y seremos felices para siempre, comiendo perdices.

La cultura que nos rodea, nos educa a través de imágenes estereotipadas femeninas y masculinas, para que ocupemos nuestro lugar en el mundo en función del sexo biológico con el que hayamos nacido.

Este mundo se ha ido construyendo a través de la mirada masculina, por eso las mujeres ocupamos el puesto de ciudadanas de segunda al servicio de los hombres. Creando un sistema social injusto y desigual que discrimina a las mujeres por el hecho de ser mujeres, por el hecho de tener un sexo femenino.

Si ese género femenino (construcción social de lo que es una mujer) no fuese considerado de menor categoría, no habría discriminación y por tanto, tendríamos una igualdad de género.

Este sería uno de los caminos para eliminar la violencia contra las mujeres, dar el mismo valor al género femenino que al masculino, para que nacer mujer no sea castigado.

Si lo que genera esa desigualdad entre hombres y mujeres es la construcción social de nuestro sexo, es decir, el género, ¿por qué no deconstruirlo? ¿por qué no deconstruir el género y que hombres y mujeres puedan expresarse libremente sin la necesidad de categorizar comportamientos “típicamente femeninos” o “típicamente masculinos”?

Acabar con la conceptualización del género y poder visibilizar otras maneras más igualitarias y pacíficas de asentar la sociedad es de carácter urgente es esencial para poder reconstruir una sociedad plenamente democrática, justa, equitativa y libre. 

El reparto de poderes es claramente discriminatorio, los recursos mundiales con mayor impacto en el desarrollo social, económico, cultural y político; la riqueza, la educación, la cultura, todos los caminos hacia la libertad y la autonomía han estado en posesión del hombre, recayendo en la mujer sólo la distribución de otras tareas mucho menos valoradas socialmente. El miedo y el control son los mecanismos con más garantía para seguir ejerciendo esta violencia estructural y patriarcal. Incluso la culpa que debemos sentir las mujeres por no seguir a rajatabla el encargo social del género asignado a nuestro sexo. 

Así va forjando el constructo social basado en el género y todas sus violencias asociadas, se van tejiendo todas las telas de araña dónde las mujeres quedamos atrapadas, indefensas, oprimidas, violadas y asesinadas. Esta lucha de poder implica un desgaste social, psicológico, económico y político que se convierte en un callejón sin salida para todas las mujeres del mundo y deja a las mujeres desnudas incluso de su propia subjetividad y humanidad; nadie que no pueda tener el control de su propia vida es libre. Después de más de un siglo y medio de lucha, de resistencia, de revolución, de sufrimiento y encadenamiento a la violencia más arraigada en las entrañas de un mundo machista y completamente desigual, la construcción del género y su validez como algo inamovible, sigue colocando a la mujer en un lugar de sumisión social y en la pobreza en todas las esferas de la vida, quedando siempre por encima los privilegios masculinos.

Nos corresponde seguir molestando y haciendo sangrar heridas a los sustentos de la violencia patriarcal y sus defensores, la lucha sigue siendo romper y deconstruir la gran mentira de los mandatos de género: una sociedad edificada desde la perspectiva de beneficios masculinos y distribución asimétrico del poder y la libertad.

La revolución tiene nombre de mujer, nosotras somos la semilla de la reconstrucción social hacia una nueva sociedad basada en la humanidad, en sus derechos fundamentales y en la paz como medio de resolución, enterrando el constructo del género definitivamente y el uso de la violencia.

Seguiremos incomodando y aprendiendo a ejercer la libertad (como sostenía Clara Campoamor), sólo así nacerá un nuevo mundo, con menos violencia de género y más igualdad.